Cuando se recorre la red caminera del Valle Central, tanto rutas principales asfaltadas o de ripio, como secundarias y terciarias de tierra, se puede evidenciar una ocupación del territorio que es una de las principales características del campo chileno; caseríos o villorrios que se han originado por distintos factores históricos, ya sea en torno a una vía de importancia comercial, ubicados en puntos estratégicos, bordeando ríos o por parcelación de fundos agrícolas, sin embargo, que tienen un punto en común que está dado por una cultura arraigada en el trabajo de la tierra, la principal actividad de desarrollo agrícola.
Al hablar de caseríos se supone una disgregación, viviendas con ciertos distanciamientos, en algunos casos dificultad de asociación, lo que conlleva a un lento o casi nulo desarrollo de las localidades, no obstante, existen actividades capaces de reunir en torno a ella a toda una comunidad e incluso gente de villorrios vecinos, eventos que trascienden el propio entorno y hacen que un pueblo no sólo sea en sí mismo, sino que pase a convertirse en un centro que reúne gente frente a un interés común, con sus propios códigos de interrelaciones.
Al hablar de caseríos se supone una disgregación, viviendas con ciertos distanciamientos, en algunos casos dificultad de asociación, lo que conlleva a un lento o casi nulo desarrollo de las localidades, no obstante, existen actividades capaces de reunir en torno a ella a toda una comunidad e incluso gente de villorrios vecinos, eventos que trascienden el propio entorno y hacen que un pueblo no sólo sea en sí mismo, sino que pase a convertirse en un centro que reúne gente frente a un interés común, con sus propios códigos de interrelaciones.
"Si hay algo que la identidad requiere, ese algo son los espejos".
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